En el siglo VIII, el califato Omeya se expandió por la península Ibérica y no tardó en conquistar la Hispania visigoda. Granada, un asentamiento fortificado en el sur, fue barrida durante la invasión. A finales del siglo XV, la entrega de la ciudad a los Reyes Católicos supuso el fin de la Reconquista, pero durante más de 700 años Granada estuvo bajo dominio musulmán.

Situada en la base de la cordillera de Sierra Nevada, su ubicación en una llanura hacía que fuese prácticamente indefendible. Ante esto, los gobernantes musulmanes situaron el centro político en las colinas de lo alto de la ciudad y comenzaron a construir alcázares. Años después, uno de estos alcázares sería reformado y se convertiría en la espectacular Alhambra.

A lo largo de los siglos de dominio musulmán fueron varias las dinastías que gobernaron en Granada. Los almohades sucedieron a los almorávides, que a su vez habían reemplazado a los omeyas. El destino de la ciudad volvería a cambiar en el siglo XIII con la dinastía nazarí, cuya alianza con el reino católico de Castilla dio lugar al Emirato de Granada. El acceso directo a los núcleos comerciales del África subsahariana libró a Granada de la Reconquista... temporalmente.